Las criadas

Es un horror cómo en Colombia (y supongo que en muchos otros países) hay gente educada, liberal y con criterio, pero de alcurnia, que, cuando se abre un resquicio en la conversación aprovecha y se regodea al contar -aparentando una leve indignación- cómo en la casa de su abuela o de su bisabuelo había no se cuántas sirvientas y sirvientes que hacian no se cuántas labores domesticas absurdas e innecesarias. “Mi bisabuela tenía una sirvienta solo para ella cuando tenía seis años”, por ejemplo. Sabiendo cómo eran las condiciones de vida de esas criadas, ¿cómo se les ocurre hablar de eso de forma anecdótica? Es casi como ufanarse de haber tenido esclavos en la familia en el pasado.

El parchado

En el argot urbano colombiano “parcharse” es reunirse con otros en un lugar, o ponerse cómodo solo. “Parchar con los amigos”, “parcharse”, o “coger a alguien de parche”. Pues este hombre, un habitante de la calle, apareció un buen día y se parchó a la salida de una tienda de cadena que queda en la esquina de mi casa. Llega muy puntualmente a las 6 de la mañana, barre el andén, saluda a los clientes y se parcha ahí todo el día, como quien va a trabajar a una oficina. Es sonriente, amable y zarrapastroso; su ropa ya no da más; creo que no tiene la malicia que la calle requiere y estoy seguro también de que es más joven de lo que aparenta. Es de lo más triste que veo.

Soberbia

Mi abuelo paterno, Efraín Barrios, era detective (y calígrafo aficionado). Cuando lo mataron, el 9 de abril de 1948, estaba investigando el caso del asesinato de un famoso exboxeador que estaba conectado con el mundo de las apuestas y la ilegalidad. Se rumoraba entonces que una ilustre familia política había tenido que ver con el crimen. Los hijos de un presidente, para ser más precisos. La leyenda de mi familia es que la muerte de mi abuelo no fue accidental, sino que alguien aprovechó el desorden de “El Bogotazo” para matarlo por cuenta de esa investigación. Mi padre guarda los papeles del caso del boxeador. Me los daría en cualquier momento si se los pidiera, pero me he jurado que el día en que los tenga, los leeré solo y no escribiré absolutamente nada al respecto. ¿Como para qué?

Diez años de soledad

Se conmemoran por estos días diez años de la muerte de Gabriel García Márquez, el más grande de todos. ¿Y qué es lo que más vemos en la prensa nacional? Anécdotas: el día en que Gabo cantó no sé qué  canción, el día en que Gabo bailó, el día en que conocí a Gabito. Además, ¿cómo así que «Gabo»? Así le decían sus amigos y su familia, no más. Gabriel García Márquez nos enseñó muchas cosas. Una de ellas: a ser buenos lectores. Aparte de Borges, no puedo pensar en otro lector más agradecido y generoso que él. Con qué precisión señalaba una particularidad de Faulkner o de Cepeda Samudio. Con qué inteligencia indicaba lo que se puede aprender de Hemingway o de Kafka. Como para que ahora lo destacable sea su vida social en la vejez ¿Quieren homenajearlo de verdad? Léanlo en la soledad y en el silencio de su casa, comenten sus libros con inteligencia, o sensiblidad, recomienden sus cuentos de juventud, admírenlo por su obra.

Tantrilia

Tantrilia es hoy en día uno de los países con mejor calidad de vida del mundo. Su economía está entre las diez primeras, los recursos naturales abundan, y la gente, en general, es feliz porque goza de excelente salud, gracias a una dieta sana y abundante. Sus sistemas educativo y pensional no se quedan atrás. Tiene, sin embargo, una condición curiosa y una restricción severísima: no se puede llegar por avión y no se puede ir deliberadamente. Es decir, solo se puede llegar de casualidad por tren o por barco. Si uno va en un tren o navega por los Mares del sur, y se topa con Trantilia, es bienvenido cálidamente, pero sí planeó el viaje y las autoridades lo descubren, es ejecutado de inmediato en la estación de tren de Nitropolitania, la capital, o en cualquiera de los puertos.  

ficción

Un prejuicio

Vivo en un edificio en una calle de edificios en un barrio de edificios en una ciudad grande. Y nada me irrita tanto como que alguien ponga música duro, sobre todo cuando estoy escribiendo o leyendo. Pasa con alguna frecuencia. Sin embargo, cuando es rock, me lo aguanto.

Enfermo

Me despierto en la cama de una clínica y las enfermeras me preguntan que si dormí bien. Les juro una y otra vez que no dormí en la clínica sino en mi casa, pero no me creen e insisten en preguntarme. Las sábanas son azul pálido.

sueño

Tomasito

Mi primo tomó en arriendo un lavadero de carros. En el segundo piso del pequeño edificio donde quedaba su oficina, vivían los dueños del local: una pareja mayor y su hijo, Tomasito, que tendría unos veinticinco años. Tomasito era bajo y tenía una discapacidad mental leve, apenas notoria para un observador casual. Llevaba el pelo al rape, no trabajaba, y hacía deporte maniáticamente. Su rutina diaria consistía en levantar pesas y después salir a correr muy rápido con el cinturón de las pesas puesto. Mi primo y yo nos burlábamos de él. Un día salió de su casa, arrancó a correr a toda velocidad, cruzó la Autopista Norte como un bólido y, en la mitad de la calzada, un camión que pasaba más rápido que él, lo aplastó.

De Kafka

«30 de setiembre. La muchacha de la habitación contigua, anteayer (H.H.). Estaba tendido en el canapé y oí su voz en la linde de la somnolencia. La imaginé abundantemente vestida, no sólo con sus ropas, sino también con toda la habitación contigua, únicamente sus hombros bien torneados, de una desnuda redondez y de una intensa oscuridad, que yo había visto en el baño, se imponían contra su ropa. Durante unos momentos, me pareció que me lanzaba vapor y que llenaba con su vapor toda la habitación contigua. Luego se irguió con un corpiño de color ceniza, tan separado del cuerpo en su parte inferior, que uno podía sentarse encima y así, en cierto modo, cabalgar en él».

Franz Kafka, Diarios (1910-1923)

Sanatorios

Cuando uno lee la biografía de Nietzsche, o la de Van Gogh, o la de muchos artistas de los siglos XIX y XX, lee sobre las temporadas que pasaron “en un sanatorio” por lo general “en los Alpes suizos”. Y me pregunto, ¿quién se los pagaba? ¿Serían muy caros? ¿Cuánto tiempo se podía pasar ahí? ¿Sería posible que yo pasara una temporada en uno de ellos aunque me encuentre estupendamente?